Durante las últimas décadas, el consumo de cannabis se ha convertido, principalmente entre los jóvenes, en una práctica con una gran acogida y muy generalizada. Pueden acceder a él fácilmente y comienzan a experimentar así con una droga que, al igual que ocurre con el tabaco y el alcohol, es más peligrosa de lo que puede parecer en un principio.
Actualmente, cada vez más personas defienden los beneficios del cannabis, argumentando su aceptado uso terapéutico (con prescripción médica, se puede utilizar para tratar algunas enfermedades en las que su uso estaría justificado). Otras, basándose en que es una sustancia “natural”, y por tanto se da por hecho que es menos peligrosa. Pero, ¿Estamos realmente informados de los riesgos que asumimos al consumir cannabis?
Según el plan Nacional de Drogas, en 2013 el cannabis fue la tercera droga más utilizada entre jóvenes españoles de entre 14 y 18 años, siendo consumida por el 26,6% de ellos. Este porcentaje va aumentando con la edad, llegando al 38,4% a los 18 años. Por lo tanto no se puede decir que los jóvenes “solo experimenten” con la droga y después abandonen su uso. Suele suceder al contrario, que la droga comienza a provocar efectos de tolerancia (necesitar cada vez más para lograr el mismo efecto) y dependencia física y/o psicológica, y en ocasiones favoreciendo el consumo de otras drogas.
Existe la creencia de que se consume porque es una sustancia prohibida, y que si se legalizara, no aumentaría el consumo. Esto es erróneo, ya que son precisamente las drogas legales, como el tabaco y el alcohol, las más utilizadas, tanto por jóvenes como por adultos.
¿CUÁLES SON LOS RIESGOS DE CONSUMIR CANNABIS?
Todos los consumidores conocen los efectos inmediatos del consumo de cannabis, y los asocian a algo pasajero y normalmente vinculado al ocio o la relajación. Pero, ¿y si pasado un rato, no lograran deshacerse de algunos de esos efectos? En realidad, hay efectos del cannabis que se instalan progresivamente en el cuerpo sin que nos demos cuenta y que van aumentando cada vez más su intensidad.
Algunos datos y efectos del cannabis que hay que conocer:
– Uno de los efectos más comunes es el deterioro de la memoria y la atención, y hay que tener en cuenta que estas funciones no siempre se recuperan del todo una vez se deja de consumir.
– La depresión, la ansiedad y la apatía también suelen aparecer asociadas al cannabis.
– En el estudio de 2007 “Cannabis use and risk of psychotic or affective mental health outcomes: a systematic review”, basado en 35 artículos científicos, se concluye que “el cannabis aumenta el riesgo de episodios psicóticos independientemente de los efectos de la intoxicación de confusión y transitorios, aunque la evidencia de los resultados afectivos es menos fuerte”. Dicho de otra manera, hay evidencia científica para decir que las personas que consumen cannabis o sus derivados, tienen más probabilidades de desencadenar un episodio o trastorno psicótico a lo largo de su vida, mientras que síntomas como depresión, o ansiedad no muestran evidencias tan claras, pero sí parecen relacionados.
– Puede provocar alucinaciones y paranoia
– Agresividad y conducta violenta, aumentando las posibilidades de incurrir en actos delictivos bajo sus efectos.
– El cannabis contiene hasta un 50% más de algunas de las sustancias nocivas del tabaco. Al ser consumido principalmente fumado y sin filtro, y teniendo además efecto broncodilatador, estas sustancias son más fácilmente absorbidas por los pulmones, y por tanto aumenta las probabilidades de padecer cáncer.
– Alteraciones del sueño, con el consiguiente deterioro de la rutina diaria.
– Riesgo de provocar y sufrir accidentes cuando se conduce bajo sus efectos, pues altera la percepción de la realidad, los reflejos y la coordinación.
– Puede provocar taquicardia, ansiedad e incluso desencadenar crisis de pánico
– Provoca tolerancia y dependencia, es decir, es una droga adictiva.
En el momento en que elegimos consumir, estamos aceptando que somos candidatos a padecer consecuencias negativas, y hemos de aceptar que normalmente las personas no controlan las drogas, sino más bien al contrario. Además, no estamos seguros de que podamos volver a ser los mismos de antes una vez decidamos dejar de consumir. Abandonar la droga, por inofensiva que pueda parecernos, siempre resultará muchísimo más difícil que empezar consumirla. Hay muchas más razones para decidir decir “NO” que para jugarnos nuestro futuro a esa carta.
Helena Isthar Abellán Vega
Psicóloga Col. 14154