CENTRE DE PSICOLOGIA CASTELLDEFELS (CPC)

¿SABES DÓNDE ESTÁN TUS LÍMITES? TÉCNICAS PARA SUPERARLOS

Todos conocemos historias asombrosas de superación en las que el esfuerzo y la determinación han hecho posible que personas normales y corrientes alcanzaran metas impensables.

Desde el grupo de jugadores de Rugby que quedaron atrapados durante meses en los Andes, y cómo dos de ellos lograron atravesar a pie kilómetros de cordilleras nevadas para buscar ayuda;  pasando por personas que a causa de un accidente sufrieron secuelas físicas, pero que no dejaron de luchar y llegaron ser campeones paralímpicos; hasta aquellas personas que tras cruzar la línea de la tercera edad, comenzaron a apasionarse por el deporte, logrando marcas que en ocasiones ni siquiera están al alcance de algunos jóvenes.

Todas estas historias tienen denominadores comunes: esfuerzo, perseverancia, determinación.

Todos ellos son personas que lucharon por lograr lo imposible; y trascendieron sus límites.

Pero, después de la admiración, viene la pregunta inevitable: ¿Por qué otras personas que cuentan con todas sus facultades físicas y con un entorno apropiado, no encuentran la fuerza necesaria para superarse? Hay algunas claves para ello.

¿CÓMO PODEMOS SUPERAR NUESTROS LÍMITES?

El primer paso es fijar nuestros objetivos concretos. Cuando nos planteamos metas, a veces nos cuesta creer que tengamos el verdadero potencial para llegar lejos. El miedo al fracaso y a decepcionarnos a nosotros mismos y a los demás, nos hace situar el listón por debajo de lo que realmente somos capaces de conseguir.

El truco está en soñar a lo grande, proponernos algo realmente motivador. Si no lo conseguimos, es posible que de todos modos hayamos llegado más lejos que si hubiésemos “soñado en pequeño” marcándonos  una meta demasiado modesta.

Los objetivos son los que marcarán la dirección de nuestro esfuerzo y nos ayudarán a focalizar nuestra energía cada vez que perdamos fuerza. Deben ser claros y lo más específicos posible, definiendo concretamente QUÉ queremos conseguir, CUÁNDO y POR QUÉ.

Estos objetivos funcionarán como “hoja de ruta”, y nos ayudarán a tomar conciencia de cómo vamos avanzando y de no olvidar los pequeños logros que vamos alcanzando por el camino. Un ejemplo de esta división por objetivos.

El segundo paso es conocer nuestros límites, saber con exactitud desde dónde partimos.

Debemos conocer nuestros puntos débiles (físicos y emocionales), y  nuestras fortalezas, para apoyarnos en ellas durante el proceso.

Es probable que, si pensásemos en nuestros límites antes de fijarnos los objetivos, la motivación sería menor, ya que las metas nos parecerían inalcanzables. Por eso es aconsejable comenzar por definir nuestro sueño, para después trasladarnos a la realidad y empezar la casa por los cimientos, es decir por los objetivos a corto plazo.

El tercer paso es el plan de acción: ¿CÓMO logar nuestra meta?

En esta fase lo más importante es una buena planificación:

– Dividir los objetivos a corto plazo en objetivos más pequeños y fáciles de cumplir.

– Se pueden ordenar por su dificultad y comenzar  a trabajar por los objetivos más sencillos (aunque no deben ser tan pequeños como para ser desmotivadores).

– Después, podemos construir nuestro cronograma: Un plan de trabajo en que los objetivos se ordenen por fechas, apuntando cuándo se van a realizar. Es muy útil tener una agenda o un calendario solo para esto.

– Tachar cada objetivo conseguido, pero no eliminar de la lista, para tener siempre presente nuestra evolución y motivarnos en los momentos difíciles.

– Cada vez que consigamos tachar un objetivo, grande o pequeño, debemos felicitarnos por ello. Sólo valorando cada paso, seremos conscientes de lo importantes que son estas pequeñas metas para alcanzar la meta final.

– En los momentos en que nos fallen las fuerzas, vale la pena echar un vistazo a la definición de nuestros objetivos, centrándonos sobre todo en el punto de “Por qué” quiero conseguir esto y qué significado tiene para mí.

La respuesta a esta pregunta, suele inspirar un sentimiento tan poderoso, que hace que cobre sentido cada paso que ya hemos dado y nos carga de energía para recorrer el resto del camino.

Que lo consigamos entra dentro de lo posible. Por eso merece la pena habernos parado a “pensar en grande”, por lo menos por un minuto.

 

Helena Isthar Abellán Vega

Psicóloga Col. 14154